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lunes, 3 de febrero de 2014

CIRUELA: HISN AL-SUJAYRULA (III)



Tras el intento fallido de Alfonso X el consolidar en 1254 el enclave de Alarcos como núcleo vertebrador de la zona al servicio de la monarquía, se precipitan los acontecimientos: a principios de febrero de 1255, “Zuheruela” pasa a la corona, recibiendo el Arzobispado, el infante Don Sancho (VILLEGAS, 1986: 20), a cambio la aldea de Hita, en Guadalajara, aunque mantiene el derecho de seguir percibiendo los derechos de sus iglesias; unos días después Alfonso X otorga la Carta Puebla a Villa Real, al antiguo Pozuelo Seco de Son Gil, quedando incluido el enclave de “Cuheruela” dentro de los términos de la nueva villa, junto con “Villar del Pozo, Figueruela, Poblet y Alvalá, con todos sus términos (VILLEAGAS, 1995: 66; VILLEGAS, 1986: 16, HERVÁS, 1899: “Ciudad Real”, 238; GONZÁLEZ, 1975: 350; AYALA, 1996: 59) e incluyéndose posteriormente, en 1258, el término de Alarcos.

La estructuración espacial del nuevo término, aunque la anexión de Villar del Pozo no llegó a materializarse, se centra básicamente en el tramo del camino de Toledo a Córdoba entre los márgenes del Guadiana y el Jabalón, una vez trasladada la sede de la Orden de Calatrava, punto clave del sistema defensivo de la Meseta y encrucijada viaria hasta ese momento (RETUERCE & HERVÁS, 2001: 311), junto a un vado histórico en el Guadiana hasta el inicio del paso hacia tierras jienenses; desviado el tránsito viario en el tramo al norte del Guadiana a través del ramal constituido por Malagón, Fernán Caballero, Peralvillo y Pozuelo Seco de Don Gil, actual Ciudad Reall (CORCHADO, 1969: 7), sin descartar un proceso semejante al sur del Guadiana, entre Pozuelo Seco y Corral de Calatrava, en el que Ciruela pudo estar inmerso; fundada “Miguel Turra”, muy posiblemente para seguir aprovechando desde la orden las ventajas de la proximidad a la vía de Córdoba, complementándose más al sur con Almodóvar del Campo (VILLEGAS, 1981: 53); conquistada Córdoba en 1236; y fracasados los intentos de engrandecer Alarcos desde la propia corona y con un Arzobispado que ha perdido el interés por consolidarse en Ciruela.

Así, en el transcurso de la primera mitad del siglo XIII, “Cuheruela” pasa de identificarse como un “>hisn<” y “castrum”, a definirse como aldea de Villa Real (GONZÁLEZ, 1975: 326, 347 y 351; VILLEGAS, 1981: 66), debiendo tener presente para su correcto análisis lo que atisba Villegas Díaz, partiendo de la relación de antiguas ermitas del territorio, en cuanto al modelo de poblamiento general para el conjunto de La Mancha: la presencia de un poblamiento en nebulosa, entorno a un núcleo mayor, quizá en muchos casos preexistente a la propia fundación de las ermitas o parroquias, “…repartido en un número de aldeas quizá más elevado que el que hoy en día estamos dispuestos a admitir como existentes…” e, incluso, “en algunas zonas caracterizado por centros mínimos, unifamiliares…” (VILLEGAS, 1990: 43 y 44).

En 1347, se cita nuevamente el “Camino de Ciheruela (CORCHADO, 1982: 341) o “Ciheruela” (VILLEGAS, 1981: 66), en el amojonamiento de términos entre Villa Real y Miguelturra determinado por Alfonso XI, delimitación que ha subsitido hasta la actualidad con escasas variaciones. El referido camino rutal sigue uniendo a la capital, saliendo por la calle y puerta de Ciruela, con el caserío, junto a la peña fortificada.

A finales del siglo XV, las aldeas de Ciruela, Benavente y Valverde, todas ellas en término de Ciudad Real, contaban respectivamente con dos beneficios eclesiásticos cada una, mientras con sólo uno estaban Poblete, Torrecilla, Higueruela y Sancho rey (VILLEGAS, 1981: 84).


Todavía a finales del siglo XVIII, contaba la aldea con 20 vecinos, conociéndose por “Cihiruela” (HERVÁS, 1899: “Ciudad Real”, 282). En 1826, nombrada como “Ciheruela” pero ya despoblada, con las familias de sus labradores residiendo en Ciudad Real, su iglesia parroquial de Santa Marina seguía prestando servicio a las once cortijadas de su término y se advertía que “…en lo antig. Fue pobla., pues que aún se conservan las ruinas de un castillo sobre un solo y elevado peñasco, en donde el ignorante vulgo cree que hay tesoros enterrados…” (MIÑANO, 1829: “Ciheruela”).

Así, entre las descripciones de las dos últimas centurias, sobresale la efectuada en 1842 y publicada por Madoz: “ cas. en la prov. Part. Jud. y térm. De Ciudad Real. SIT. 5/4 de leg. NE. de esca c. Tiene 13 CASAS de labor, y comprende de 3.400 a 4.000 fan. de tierra, en la que se emplean 45 pares de mulas: hay una igl. sit. En la altura llamada el Cerrillo de la Horca, y en ella celebra misa los días de precepto, para la asistencia de los Labradores: á su inmediación se halla el arruinado cast., que estuvo edificado sobre unos peñascos muy grandes, y en centro del cas. un pozo abundante de agua saludable, aunque muy delgada, para el consumo de los concurrentes: en las inmediaciones hay otras fuentes de mala calidad, y á menos de ½  cuarto de leg. Pasa el r. Jabalón, el cual baña la deh. boyal que aunque pequeña prod. muy buenos pastos. Se cree que este cas. fuese una ant. pobl., porque en su igl. se advierte todavía una pila bautismal, le eran anejos los cas. de Labor de la Puebla y Cantagallos, y en el sitio de Sta. Leocadia, reducido hoy á labor, se encuentran pedazos de tejas y otros escombros” (MADOZ, 1850: “Ciruela”, 326). En 1865, mientras se calificaba de aldeas a Valverde, Poblachuela, Las Casas y Sancho Rey, se indicaba, que Ciruela era uno de los caseríos más importantes del término municipal de Ciudad Real, junto a Benavente y la Atalaya, señalándose a Peralvillo y Alarcos, como despoblados (HOSTA, 1865: 71).

A finales del siglo XIX, Ciruela mantenía distribuidos en su término 30 edificios, con un total de 81 vecinos (HERVÁS, 1899: “Ciudad Real”, 282) y, aunque ya se había consolidado en la nomenclatura el topónimo actual, todavía en 1907 se recordaba que tradicionalmente se le llamaba “Cihiruela”, siendo todavía identificables los restos del “Castillo y villa” (DELGADO, 1907: 57).

Análisis Toponímico

En algunos casos, como resulta ser éste, los topónimos no responden a lo  que nos parecen, sino a aquello otro con qué se identificaban. Ciruela no es un fitónimo, sino de un orónimo, por hacer referencia realmente al relieve o configuración física de la superficie física del terreno (fig. 04) y no, como en un principio pudiese explicarse, al nombre de una fruta o elementos relacionados con ella.

Parafraseando a Linneo (LINNEO, 1737), señalar que si se ignora el nombre de las cosas, desaparece también lo que de ellas sabes y, para ello, recordar las indicaciones metodológicas sobre toponimia que acertadamente efectúa Federico Corriente: “Una metodología depurada de las investigaciones de topoantropónimos de origen árabe


requiere, en principio: a) Establecer las variantes paleográficas, manuscritas o impresas en grafía romance, aclarando sus posibles relaciones con vistas a determinar las más próximas al original; b) Intentar detectar su fuente en grafía árabe, lo que puede ser imposible en la topoantroponimia menor, en cuyo caso se supondrá la más probable, advirtiendo de su carácter hipotético y dando razones de la suposición; c) Tanto si existe una grafía árabe de partida, como si ha sido necesario suponer un étimo, se partirá preferentemente de formas atestiguadas en andalusí, aun admitiendo en cierta medida la influencia clásica en la antroponimia y algo menos frecuentemente en la toponimia;  d) Los étimos hipotéticos serán siempre sometidos a examen crítico, comprobando en los topónimos, si resultan apropiados al entorno que describen y considerando siempre posibilidades alternativas a la etimología árabe (…) Siguiendo una metodología correcta y garantizando en la medida de lo posible la actitud de los datos obtenidos, no sólo se facilita al historiador una información complementaria que puede ser interesante, sino que ocasionalmente pueden extraerse datos lingüísticos no presentes en ninguna otra fuente…” (CORRIENTE, 1992: 152 y 153).

Las variantes del topónimo

Para el documento fechado en 1156, correspondiente a la donación del enclave a Armildo Meléndez, tanto Julio González, como Luis Rafael Villegas citan el topónimo como “Zuera”, utilizando como fuente el documento existente en el Lib. Priv. Tolet. Eccl., I. fol. 3 del Archivo Histórico Nacional (GONZÁLEZ, 1975: 225, 347 y 348; VILLEGAS, 1981: 53; VILLEGAS, 1990: 52). No obstante, el propio Villegas lo cita también como “Zuhera” (VILLEGAS, 1995: 69). Por su parte, Manuel Corchado y Enrique Rodríguez-Picavea dan noticia de la donación utilizando la variante toponímica de “Zufera” (CORCHADO, 1976: 42 y 85; RODRIGUEZ-PICAVEA, 2001: 625), utilizada también por Carlos de Ayala (AYALA, 2003ª: 164).

Las variantes del topónimo utilizadas por los diversos autores para referirse al lugar mencionado por la Bula Confirmatoria a la Orden de Calatrava de Gregorio VIII en 1187 aportan, desde la transcripción como “Castellum de Sufera” (VILLEGAS, 2004: 816, RODRIGUEZ-PICAVEA, 2001: 626; AYALA, 1996: 59) o “Zuhera” (GONZÁLEZ, 1975: 284), hasta mantener la grafía en su forma “Zuera” (GONZÁLEZ, 1975: 338; VILLEGAS, 1981: 54; VILLEGAS, 1990: 47; RUIZ, 2003: 153; JUAN, 1995: 43; IZQUIERDI, 1995: 104). Así, para 1199, Francisco Ruiz sigue manteniendo esta última para referirse al lugar mencionado en la Tercera Bula Confirmatoria, dada a la Orden de Calatrava en abril de dicho año por Inocencio III, citando como fuente el Bulario de Calatrava (RUIZ, 2003: 251). Con fecha posterior a las Navas de Tolosa, para  1214, Julio González y Luis Rafael Villegas siguen denominando el lugar como “Zuera”, refiriéndolo del análisis de una nueva Bula de Inocencio III y tomando también como referencia el Bulario de Calatrava (GONZÁLEZ, 1975: 339; VILLEGAS, 1981: 54). Asimismo, en ese mismo año, el 7 de noviembre, al hacer referencia a la confirmación de Enrique I de la donación realizada por parte de Alfonso VIII al arzobispo de Toledo, Luis Rafael Villegas y Manuel Corchado transcriben, siguiendo ambos a Julio González, “et castrum de Zuerola cum hereditate uiginti iugorum bouum in eadem aldea” (VILLEGAS, 2004: 819; CORCHADO, 1976: 91; GONZÁLEZ, 1960: III, nº 967), si bien ambos autores han utilizado en otras ocasiones distintas la variante “Zueruela” (VILLEGAS, 1995: 70; VILLEGAS, 1981: 54) o “castro de Zueruela” (GONZÁLEZ, 1975: 347).

Pedro J. Ripoll Vivancos
(Separata Boletín de Arqueología Medieval. Nº 13. Asociación Española de Arqueología Medieval. 2007)



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