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martes, 23 de septiembre de 2014

TANTO VA LA FUENTE…


El primer monumento levantado en Ciudad Real en el siglo XIX dedicado a Hernán Pérez del Pulgar en la actual Plaza Mayor. Dibujo publicado en la obra Crónica de la Provincia de Ciudad Real de José de Hosta (1866)

No siempre va a ser aquello de “tanto va el cántaro a la fuente…” Esto ha sido al contrario: “Tanto va la fuente” de un lado a otro, que al final muere. Y así como el cántaro termina rompiéndose, la fuente concluyó desapareciendo.

Pero vayamos por partes: don Enrique de Cisneros y Nuevas debió ser tan buen gobernador civil de la provincia de Ciudad Real como alcalde-corregidor de la capital. Su etapa de mando duró exactamente un quinquenio: el comprendido desde 1858 hasta fines del 1863. Y ya dijimos en otra ocasión que tan prolongada permanencia entre nosotros, en una época de crisis repetidas y ceses frecuentes, dio ocasión a un progreso singular en aquella Ciudad Real de apenas diez mil habitantes, poblachón manchego más que capital de cierta categoría por entonces.

Don Enrique de Cisneros hizo honor a su apellido de buen gobernante y a él le debemos los paseos de la Ronda que llevan su nombre, muchas y notables mejoras urbanas, obras culturales y benéficas que no hay para que detallar ahora un primer abastecimiento de aguas y la erección de esta fuente-monumento dedicado a la memoria de Hernán Pérez del Pulgar, “el de las Hazañas”. Así cumplía una doble misión… o “mataba dos pájaros de un tiro”, como dice el proverbio: “la fuente adornaría el centro de la Plaza entonces de la Constitución, monótonamente pavimentada con empedrado de canto menudo y el monumento honraría a uno de los más preclaros hijos de la ciudad. Porque Hernán Pérez del Pulgar bien lo merecía: había sido capitán heroico en los tiempos preimperiales de Isabel y Fernando, combatió por la unidad de España hasta conseguir en la guerra de Granada la expulsión del musulmán y sus “hazañas”, como aquélla de colgar el letrero del “Ave María” en la misma puerta de la mezquita-aljama cuando la ciudad era todavía naserita, constituirían después su mejor patrimonio.

Vea el amigo lector la ilustración adjunta. Es un dibujo publicado en la “Crónica General de España” que dirigiera el académico don Cayetano Rosell y cuyo tomo dedicado a la provincia de Ciudad Real es obra de don José de Hosta. Su edición data del 1865. “Compónese este sencillo monumento de un robusto pedestal sobre el que ha de colocarse la estatua de aquel esclarecido hijo de la capital…”. Así comienza la descripción de la fuente-monumento de Hernán Pérez del Pulgar don Domingo Clemente en su “Guía de Ciudad Real”. Y no será necesario decir que la estatua que habría de colocarse sobre el “robusto pedestal”, no se colocó nunca. Se coronó provisionalmente con ese hermoso jarrón, o ánfora sin asas. Y así, cayendo una vez más en nuestro vicio sempiterno de dejar las cosas a medias, la fuente-monumento se quedó en lo primero en fuente nada más, pero no en lo segundo. Es decir, en el frente del pedestal que daba a las casas Consistoriales (el edificio actual de la farmacia Calatayud pues aún no existía el Ayuntamiento recientemente derribado) colocaron una lapida de mármol con la siguiente inscripción en letras doradas: “HERNAN PEREZ DEL PULGAR EL DE LAS HAZAÑAS, NACIO EN CIUDAD REAL EN 1451 Y MURIO EN GRANADA EN 1531. LA CIUDAD NATAL CONSAGRA ESTA MEMORIA AL SEÑOR DE LOS MOLINOS DE TREMECEN. AL HEROE DE ALHAMA, DEL SALAR, DE GUADIX, DE SALOBREÑA, DE GRANADA Y DE MONDEJAR”.

Y en el lado contrario de pedestal, una segunda lápida también de mármol blanco, nos daba ya más detalles de construcción, época, nombres y data y reconocía que aquello era fuente más que monumento: “EN EL GLORIOSO REINADO DE DOÑA ISABEL II SIENDO GOBERNADOR DE ESTA PROVINCIA Y ALCALDE-CORREGIDOR DE LA CAPITAL, EL SEÑOR DON ENRIQUE DE CISNEROS ABASTECIO DE AGUAS POTABLES A LA POBLACION Y CONSTRUYO ESTA FUENTE EL INGENIERO INDUSTRIAL DON EUGENIO SATARNIER. AÑO DE 1860”.

Los restos del monumento fueron colocados al final del Parque de Gasset en los años veinte del pasado siglo XX

Las cuatro conchas de la parte inferior recibía el agua por las bocas de otros tantos delfines de piedra, para verterla luego en un recipiente circular.

No resultaba mal del todo tal es la verdad. Pero en lo que no estamos de acuerdo con el señor Clemente es en lo de que… “los árboles que en derredor de la fuente se elevan y la elegante verja de hierro que la circuye, prestan a este sitio su belleza y hacen que el conjunto ofrezca un bonito y agradable aspecto”. Lo de los arbolitos, podría pasar. ¡Pero eso de la “elegante verja de hierro…” vamos a dejarlo! Y hierros terminados en puntas aguzadas, seguramente para impedir travesuras infantiles. En cambio no era desacierto ese seudobanco en torno a la verja, para mayor comodidad de alguno de los contertulios desocupados, como esa pareja, con sus capas y sombreretes, del dibujito de H. Sierra. Pero ¡ay! que la fuente monumental era – como tantas otras que hemos visto y vemos en nuestra siempre sedienta capital- más para adorno urbanístico que de verdadera eficacia. El señor Clemente ya lo decía muy claro en su “Guía”: “…y que sólo corre muy contados días”.

Años después, estorbaría en la Plaza y fue llevada al centro del Paseo del Prado. Y a principios de siglo nuevo traslado, entonces en la Plaza del Pilar, todavía con sus lápidas mirando la primera hacia la calle de Ciruela o de Alfonso X el Sabio, y  claro está que sin la escultura de Hernán Pérez del Pulgar.

Todavía después de estar arrinconada durante años en algún cobertizo municipal, hubo un nuevo traslado, esta vez al final del Parque, pero ya no hay quien conozca a la pobre fuente, sin su jarrón sobre el pedestal, sin lapidas dedicatorias, sin recipiente circular y sin verja de hierro, que era lo suyo.

Con el ínclito Hernán Pérez del Pulgar “el de las Hazañas”, que supo manejar en vida alternativamente la espada y la pluma –como César o nuestro Garcilaso, Hernán Cortes, Ercilla y Cervantes- y a que más de uno y más de dos confundieron en conferencias y textos con su coetáneo Hernando del Pulgar, brillante cronista de los Reyes Católicos, con nuestro Hernán Pérez, decimos, hemos quedado nada más que regular, después de aquel fracasado monumento: un cuadro en la galería de hijos ilustres de la provincia, el nombre de una calle y la sencilla lápida en la casa de la calle de los Reyes, donde naciera según afirmación de su biógrafo Sr. Balcázar ¡Menos es nada!

Pero aún estamos a tiempo de hacer algo más.

El ayuntamiento tiene la palabra. Plazas o pequeños “pulmones” urbanos tenemos en nuestra ciudad. Y una fuente-monumento, de verdad, no como aquélla de hace más de un siglo jamás concluida y siempre volandera sin alas, nunca estorbara en futuros planes de urbanización.

Y nuestro Hernán Pérez del Pulgar bien lo merece.

Antón de Villarreal, Diario Lanza, Extra de Verano Agosto de 1972


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