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viernes, 24 de octubre de 2014

EL TEMOR HUMANO A PERDER LA VIDA A CAUSA DE ESTAS ENFERMEDADES CONTAGIOSAS QUE AFECTAN A GRAN CANTIDAD DE PERSONAS, SIGUE SIENDO EL MISMO



Las epidemias mortíferas han sido una constante a lo largo de la historia. Hasta bien entrado el siglo XX, estaban asociadas a la mala alimentación, la falta de higiene, el hacinamiento y a la inexistencia de sistemas de tratamiento y depuración de aguas. Además, las guerras y los conflictos contribuían a empeorar la situación sanitaria, favoreciendo los contagios y la trasmisión de las enfermedades.

Cuando se consideraba que la humanidad no tendría que enfrentarse a estas catástrofes sanitarias colectivas, la globalización de la economía mundial, la agilidad y masificación actual de las comunicaciones por todo el planeta han derribado tal argumento. La aparición de nuevas enfermedades, como el SIDA, las mutaciones de la gripe, o el Ébola, han originado el resurgimiento de los miedos seculares.

Entre la epidemia de peste en 1348 y los primeros casos de cólera en el S. XIX, se sucedieron todo tipo de enfermedades como la viruela, la fiebre amarilla, la tuberculosis pulmonar, el paludismo, la fiebre tifoidea, la difteria, la sífilis o la gripe. La medicina no contaba con conocimientos ni medios suficientes para enfrentarse a ellas. Así las cosas, era fácil atribuir su causa a la providencia o a la fatalidad punitiva de un Dios justiciero, enojado por los continuos pecados de los hombres.

Después, los avances médicos y sanitarios han demostrado el origen biológico de todas las enfermedades, pero el temor humano a perder la vida a causa de estas enfermedades contagiosas que afectan a gran cantidad de personas, sigue siendo el mismo, alterando y transformando los modos de vida habituales.

En el libro: “Epidemias y salud, del cólera de 1833 a la gripe de 1918”, editado por la Biblioteca de Autores Manchegos de la Diputación de Ciudad Real en 2013, prestamos especial atención al impacto social de las epidemias, las consecuencias en la vida de las personas, las estrategias de supervivencia, los métodos curativos empleados, los avances científicos conseguidos, las reacciones públicas y privadas, la evolución de las enfermedades, los efectos económicos, la repercusión demográfica y sobre todo, las historias y los dramas personales y familiares.

Datos aproximados de fallecidos por cólera o gripe entre 1833 y 1918

Brotes                                   Provincia Ciudad Real  España

Brote cólera entre 1833-1835                                        100.000
Brote cólera 1855-1856                      5.172                  236.744
Brote cólera 1865                                                           100.000
Brote cólera 1885                                1.668                  120.000
Gripe de 1918                                      2.000                  200.000

Como sucede en todos los hechos excepcionales, al inicio de las epidemias, las autoridades restaron importancia, minimizaron el problema y se resistieron a tomar medidas, hasta que las presiones de la sociedad, los médicos, la prensa y las evidencias, tumbaban estas reticencias.

Estos días estamos asistiendo a un panorama parecido al que describió D. Mariano González de Sámano, doctor en medicina y catedrático de patología interna de la facultad de Valladolid a mediados del S. XIX:

En 1833 nos cobijó el cólera sin organización médica, sin preparativos de ninguna especie para precaver la invasión, ni para mitigar sus horrores. El instinto de conservación suplió el vacío que resultara de la legislación y de las disposiciones gubernativas”.

Enrique Jiménez Villarta


Desinfecciones en Ciudad Real noviembre de 1918. Vida Manchega 15 de noviembre de 1918

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