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martes, 20 de enero de 2015

MAÑANA ES EL DÍA DE SAN SEBASTIÁN



“Más de ciento y treinta torres y seis puertas y algunos portillos” tenían las fuertes murallas que bellamente cercaban Ciudad Real y la defendieron, a veces de los Calatravos. En las cercanías de cada puerta había, hace varios siglos, ermitas que la piedad elevó y al esparcimiento honesto convidaban.

En la puerta de Toledo tenía su ermita Sta. Brígida; en la de Calatrava, San Juan Evangelista y Santa Catalina; en la Mata San Miguel; en la de Granada, el Santo Cristo del Perdón que según la tradición trajo Albarrana de Alarcos, en cuya iglesia tuvo culto. Luego la ermita se llamó del Cristo del Muro por uno que en el pintado, sustituyó al del Perdón cuando lo trasladaron a San Pedro y se veneraba en nuestros días en la última hornacina adosada al coro, de la nave del Evangelio. El paño de pureza tapado con feas “enagüillas”, era de casi clásica belleza. A principios de siglo, en las procesiones de Semana Santa, otra moderna y dulzura talla suplantó a la hermosa primitiva. Las dos desaparecieron el año 1937.

En la puerta de Alarcos San Lázaro y San Lino tenían sus ermitas, y San Sebastián, Mártir, tenía la suya por las eras y con dos puertas en la de Sta. María.

En ella y en su día “por voto solemne de la ciudad”, se celebraba fiesta al santo Sebastián.

Con gran boato, reunianse, en la Parroquia de Santa María del Prado, a las dos de la tarde del día 19 de cada año, los tres Cabildos Parroquiales, con Cruz alzada; capellanes; racioneros; Órdenes Religiosas… y la Corporación de la ciudad. En procesión salían de Sta. María cantando el himno del Santo, y por la calle de Infantes llegaban a la ermita situada junto al pozo milagroso, en el lugar que desaparecido el ermitorio, ocupo el pozo de nieve. Se cantaban Vísperas.

Al siguiente día era de romería para Ciudad Real. La gente populaba por las eras; puestos de confites, piñones, almendras… bordeaban los caminos; con pompa y sermón se celebraba la Misa votiva; por la tarde; y por aquellos contornos, reunidos el  Clero, la ciudad y el pueblo, sacaban al Santo en procesión, y bebiase agua del milagroso pozo que “para sanar los males del alma y fiebres del cuerpo servía” el agua del pozo de San Sebastián, abogado de la peste.

Concluida la procesión, clero y ciudad, con igual solemnidad vinieran el día anterior, calle de Infantes abajo, calle de la Azucena adelante, retirábanse a la Parroquia de Nuestra Señora del Prado.

Pasaron los siglos. Cayeron las murallas -¡ay, Ávila bella!- sin que ni por qué… Por igual sin razón perecieron las puertas y sólo se salvó, mutilada y un tanto olvidada, la Puerta de Toledo. No queda una ermita. Perdieronse tradiciones… Alguna vez se oye mentar el pozo de San Sebastián. Junto a la “Cruz de los Casados”, cubierto de chapa de hierro, ¿está el pozo el San Lino, o el de San Lázaro? … Al de Santa Catalina solían acudir parladoras lavanderas percheleras.

Julián Alonso (Diario “Lanza” 19 de enero de 1949)


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