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jueves, 26 de febrero de 2015

CONVERSACIONES EN EL PILAR. LA PUERTA DE TOLEDO




Cuando se llega a Ciudad Real por la carretera de Toledo, a la vista de la Puerta del mismo nombre, el visitante puede pensar que se halla en una ciudad monumental, porque la mencionada Puerta posee indiscutible belleza proporcionada por la robustez que le presta la piedra, al tiempo que la gracia de sus arcos árabes.

Más tarde, cuando el supuesto visitante entra en la ciudad, pronto observa que de monumental apenas si le quedan restos.

Es una pena que salvo los templos de San Pedro, la Catedral y Santiago, ese triángulo donde se asentaba en siglos pasados el barrio judío, ya no le quede nada. Se ha querido hacer una ciudad funcional y moderna, pero sin personalidad alguna. Solamente la Puerta de Toledo en testigo de su histórico pasado. El resto de las denominadas “Puertas”: de Santa María, del Carmen, y tantas, sólo han quedado ya en el nomenclátor de la ciudad.

Recuerdo que en los años cincuenta y posteriores, aún se conservaban restos de la muralla de la Puerta de Toledo, frente al cementerio, así como en algunos otros lugares de la Ronda. Aquello no debió perderse. Hubo que restaurarlo y protegerlo para testigo de la historia de Ciudad Real -¿verdad, Hermenegildo Gómez?-, ya que, salvo el triángulo aludido antes, es como si nuestra ciudad careciese de pasado. Es como una ciudad hecha en serie como los coches, y esto que apunto no será práctico, ni nos salvará del paro que se tiene o de la escasa renta “per cápita”, pero sería un orgullo y hasta -¿quién sabe?- si no produciría ingresos turísticos.

Así como tenemos ahora la ciudad ¿qué podemos ofrecer a ningún visitante?

Sin embargo, la provincia es rica en lugares que ofrecer. Ahora lo hemos aprendido con la Guía Turística, que era otra cosa que hacía falta publicar, y, al fin, se logró.

En los años de mi niñez recuerdo hasta cómo subíamos a la Puerta de Toledo. Una puerta pequeña, de hierro oxidado por el tiempo comunicaba con una estrecha escalera de piedra, que a los chicos nos gustaba subir hasta llegar a lo alto y fantasear con lo que todo aquello fue. Hoy, no sé si esta puerta se abre o, como tantas cosas en Ciudad Real, se ha olvidado o lapidado. Lo desconozco.

En la biografía de Mazantini, digo cómo a éste y a su amigo Enrique Lérida, les gustaba pasear, calle de Toledo adelante hasta llegar a la Puerta que da nombre a la calle. Allí se extasiaban recordando hechos y sucesos, aparte del paseo cara al campo, ya salvada la Ronda y en plena carretera.

No es que yo sea de quienes afirman que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero hay cosas, sucesos, monumentos, hechos históricos y lugares que convendría guardar como tesoro histórico y testigo de una ciudad con historia, con personalidad; no como hoy, desangelada, triste, funcional, sin paternidad alguna… Esto es lo que podemos ofrecer a ese posible visitante. Una pena.

Francisco Mena Cantero (Diario “Lanza” 7 de agosto de 1986, página 4)




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