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miércoles, 29 de julio de 2015

«LA PANDORGA EN LA CALLE….»


Acuarela Tipos españoles. - Madrid  Romo y Füssel, 1890  lám. 28

Mediado iba el siglo XVIII, y algo más, cuando alguien escribía:

“La Pandorga es una antigualla que se conserva en esta ciudad. Su propio nombre es pandora, que significa junta de varios instrumentos músicos. El fin a que se dirige esta función es dar culto con Maitines y una Misa cantada. En la última noche de julio, júntanse los dichos instrumentos en casa del que celebra la fiesta y salen con hachones primeramente al Camarín de la Virgen del Prado y después a casa de los señores Jueces. Les cantan unas cuantas seguidillas y retornan a la casa del que hace la Pandorga y éste, según sus facultades y voluntad, tiene un magnifico refresco. También esta función se hace con el piadoso fin de renovar, si es necesario, las banderas de la Virgen, que son siete. Si hay alguna indecente la manda quitar el que hace la función y hace una nueva en memoria de las batallas que esa divina Señora del Prado”, según la leyenda ganó “a los moros en los años que estuvo en compañía de los Reyes y auxiliando a sus Ejércitos”.

Discutan los eruditos y dígannos lo que de cierto hay en todo eso que, al remate, complicidades hemos de quedar con lo que resuelvan. Por mi parte, certifico, desde este instante, mi complacencia.

¿Por qué la única bandera que perdura la lleva la Virgen del Carmen y no la del Prado?

Mientras aclaran aquello y nos enteramos de esto, en esta noche de Pandorga sin seguidillas, ni “mandurrias”, ni bailes, ni moños de picaporte, y sólo –y no es poco- con visitas a la Virgen vestida de encarnado, y misa tempranera, por único recuerdo de lo antiguo, típico y bello, quiero soñar en los tiempos del citado siglo XVIII, en los orales, Ciudad Real, lacerado de peste de “los Terreros”, muy ruralico, pero muy noblete y señorial, en la noche clásica del 31 de julio, olvidaba amarguras, resucitaba alegrías  y se tiraba a la calle porque:

“La Pandorga en la calle
Ya va danzando
¡Vente conmigo niña,
De fiesta al Prado!”

Otro dibujo del siglo XIX, bailando manchegas

Y se postraba a los pies de la Morena de Santa María, y, en un ir y venir de agobio, se anegaba bajo los portales con postes de piedra y balconcillos de madera de la Plaza Mayor, y se paraba al pie de la ventana alta del camarín mariano, y se paseaba bajo las incipientes arboledas del Prado, y acudía a las esquinas de la Salinería y de la Cruz Verde, y a los portalones de las casas de “los Belardes”, del Corregidor, del Intendente… y por la calle de los Arcos… con tal de oír cantar a “Juanillo, el librero que tuvo la voz de contralto más sonora que se ha oído”; a Marotillo; Facundo, el mariscal de Carabineros, y a los hijos jóvenes de don Juan Malete, y a Serapio, el de Manzanares.. y no digamos el primor de Pedro Malete y Paquita Yerro, moviendo los pies, y de Domingo Plaza, gran bailarín de manchego, bolero y baile inglés.

Las Bernegalas, que vivían en la plazuela de Santiago, y María Muñoz Núñez, casada con don Facundo Arenas Salcedo, cantaban muy bien seguidillas acompañadas de Bernal, el Aguadelgada.

Salían las orquestas de los Borjas, Boada y don Laureano Gallo.

Se comentó mucho, y bien pudo ser, que un año, en esta noche, a la puerta de una casa de la calle de la Pedrera, Serapio cantó así:

“La nieve por tu cara
baja diciendo:
en donde no hago falta
no me detengo.
¡Se me olvidaba!
Eres de la Pedrera
rosa temprana”.

Rondalla manchega dirigida por Mazantini.  La fotografía esta publicada en la revista “Vida Manchega” en agosto de 1917

Lo cierto es que, al poco tiempo, la reja de aquella casa se tapaba todos los sábados con una manta y debajo se oían las risas de la Ambrosia y la pastosa voz de Serapio, el mozo de corazón blanco como jalbegaba alcoba de novia, y de hombría, ¡que había que ver! Además ¡el pago “el piso” sin rechistar!

En otra ocasión no hubo Pandorga, pero nació esta copleja:

Este año no hay Pandorga,
Virgen del Prado,
por las cicaterías
de Maldonado.

Todo eso ocurría antaño.

Ayer, era otra cosa. El día 1 de agosto se celebraba “la misa de pastores” y también, como de costumbre, la noche antes, en Santa María convertida en catedral, la Virgen seguía recibiendo las oraciones de sus hijos que después se desparramaban por el Prado. El señorío se congregaba en el paseo del centro. Por los cuatro de los alrededores, daba vueltas lo castizo, campero, acre, menestral bueno del terruño bueno. Tocaba la música, en el “tablao”, bajo la dirección del maestro Vega. Aquel alto señor, de mosca y bigote, que después fue director de la banda de música del Real Cuerpo de Alabarderos.

Entre pieza y pieza, había, en “el tablao”, baile de manchegas, canto de seguidillas manchegas, manchega orquesta de cuerda. Tocaban Atanasio, que por fortuna aún vive, Paco; Gregorio, “el hijo de la Madre de Dios”… y cantaban “el Moralo”; Paco Argumosa, el ciego, con su silueta escuálida y ondulante y los brazos, convulsos, doblados hacia la cara.., y  el gran Francisco García Márquez, Mazantini, cantaba, tocaba, bailaba, jaleaba a sus parejas de bailadores:

Si no fuera mi novia
la que bailara
no seria mi boca
la que cantara,
ni mi mano derecha
la que tocara.
¡Viva quien tiene
dineros y los gasta
con las mujeres!

El Prado siempre ha sido el lugar de celebración de la típica Pandorga. La fotografía es de Julián Alonso de 1945

Al terminar, como un rito, al pie del Camarín cantaban a la Virgen la última copla. Recordar aquella no bien medida, pero bien sentida, que decía así:

¿Cuál es la mejor moza
de Ciudad Real?
La que en la espalda lleva
el águila imperial.

Oígan ustedes señor Hermano Mayor, señora Camarera de la Virgen, ¿por qué no vuelve a llevar la Patrona en la espalda, prendida al manto, el águila bicéfala tradicional que fue grande, dieciochesca y de aljófar y últimamente, chiquita y de oro?

Mazantini, ¡Pobre Mazantini! ¡Hasta hace tres años mantenedor del fuego sagrado de lo castizo; colmando un espacio de medio siglo de enseñanza de baile manchego y su cante sabroso! ¿Por qué no llenasteis su ataúd, hasta rebosar, de aromas de la tierra: de mejorana, de hierba-buena, de vahos de mosto hirviente, de hinojo, de tomillo salsero, de romero, de arcilla mojada, como olían sus coplas y aventaban sus bailes? ¿Por qué no habéis puesto en cada esquina de su huesa una jarrilla vinatera de barro rojo, “vidriao”, como maceta y plantado en ella espesos geranios de umbelas rojas con los madroños de sus castañuelas y las cintas de su guitarra?

Hoy… no sale la Pandorga. Se va a ver a la Virgen, se dice la misa de tres curas de la mañana siguiente… ¡pero no sale la Pandorga! ¿Es que la cicatería de Maldonado fue profecía?

Volvamos a sentir lo tradicional, campero e ingenuo y restauremos la antigualla graciosa. ¡Con lo bien que esa noche casarían los anejos refajos amplios, vueludos y los moños de picaporte –aunque postizos-, y las medias espesas y de colores, con los humos pegajosos “de rubio” las medias nylon, las uñas esmaltadas, las pescadoras y los periódicos infantiles convertidos en camisas con los faldones fuera..!

De rosas y claveles
y de alhelíes,
“te se” llena la boca
cuando te ríes.

Hasta “la mejor moza” sonreiría, como antes, y el día de su día, cuando saliese a pagarnos la visita, iría por esas calles, más campechana y manchegota en su trozo de plata, ardiendo de luces y pisando, si acaso, solo flores blancas, como su pureza, y espigas de trigo moreno, como su cara curtida por este sol curtido de la Mancha.

Julián Alonso Rodríguez (Diario “Lanza” jueves 29 de julio de 1954, página 3)


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