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domingo, 11 de octubre de 2015

LA IMAGEN DE LA CIUDAD. CIUDAD REAL DESDE LA ATALAYA



La ciudad ha sido valorada desde la antigüedad como un logro del hombre. La ciudad es el soporte estático de una triple comunicación: intercambio de bienes, de información y de afectos. Por ello se produce la unión de aquello que los romanos llamaban urbs (territorio físico de la ciudad) y civitas (comunidad de ciudadanos que la habitan). Edificios singulares han sido aportaciones de diferentes culturas, de poderes que se hacen presentes en la ciudad con sus instituciones y sus controles sociales. Edificios que son recuerdos de actividades, modos de entender la sociedad y por ello son monumentos, referentes de la vida de la ciudad.

Y por ello la ciudad es mostrada con orgullo por reyes y poderosos que levantan sus planos, ordenan a los grabadores realizar dibujos que cuelgan en las paredes de sus salones y sus edificios nobles. Esa imagen global de la ciudad define su realidad, nos muestra cómo se ha consolidado a lo largo de los siglos y cuáles han sido los hitos más significativos de su construcción. Desde diferentes localizaciones próximas, con diferentes perspectivas y distancias tenemos visiones peculiares de la ciudad. Modernamente las carreteras, las autovías y vías de circunvalación nos dan nuevas imágenes de la ciudad, imágenes aceleradas que cambian la visión que tenemos de las mismas desde su interior.

Las imágenes históricas que tenemos de Ciudad Real son escasas. En el grabado que aparece en el plano del cardenal Portocarrero del siglo XVII la ciudad aparece rodeada de murallas y sobre ellas sobresalen las torres de edificios religiosos. La fotografía de Laurent y el Mapa de la provincia de Ciudad Real, dedicado a don Baldomero Espartero Duque de la Victoria presentan la imagen de Ciudad Real rodeada de murallas.

Ciudad Real desde la Atalaya

En Ciudad Real, en la actualidad, una de las visiones singulares se tiene desde la pequeña elevación de la Atalaya. Ya sea desde el punto geodésico donde se sitúa un mirador o desde la plataforma del antiguo edificio del Sanatorio que se levantó en su ladera es posible tener una visión general de la ciudad. Sobre el perfil general de la ciudad sobresalen los elementos que se elevan sobre la masa de construcciones. La torre de la catedral emerge en el centro como símbolo histórico, mientras que Santiago y San Pedro apenas se hacen visibles en este conjunto. En el extremo, aparece aislada la construcción de ladrillo del Seminario, edificio de grandes dimensiones proyectado en 1953  por Carlos Sidro de la Puerta con la torre que se hace visible sobre la base del conjunto de la edificación. Edificios que, en sus mayores alturas, marcan hitos y referencias en el conjunto de la ciudad y en el perfil de la misma.

Y junto a estos edificios singulares algunas torres residenciales exhiben sin pudor sus medianerías que quedan al descubierto junto a edificios de menor altura. Momentos en los que la elevación de los edificios se camuflaba con la imagen del desarrollo disimulando los importantes aprovechamientos urbanísticos que se permitían con el pretexto de evitar la construcción fuera de rondas y propiciar el desarrollo interior de la ciudad. Edificios de escasa calidad que sobresalen pretenciosamente del conjunto urbano. En el otro extremo, los silos del Servicio Nacional de Agricultura, destruyéndose día a día con el paso del tiempo dejan ver sus formas descoloridas. Testimonios de los intentos de poder religioso, del control político y social o de las actuaciones especuladoras en otros momentos que apenas han sido capaces de establecer referente cualificados en la ciudad.

Bordes urbanos

Las modernas ciudades dejan ver desde el exterior sus bordes, habitualmente lugares en los que se acumulan los espacios no deseados en su interior. En la fachada Este de Ciudad Real se hacen presentes los crecimientos urbanísticos de los últimos años. Desde los hoteles cubiertos con cúpulas en su zona norte van apareciendo los bloques de viviendas construidos en las últimas décadas con sus cinco plantas y un perfil quebrado limitado por la presencia del ferrocarril que recorre esta zona de la ciudad en su dirección hacia Madrid. Urbanizaciones construidas en las décadas finales del siglo pasado y principios del XXI que se construyen como continuación del campus universitario inaugurado en esos momentos. Un campus que salta la barrera del ferrocarril de forma tímida y dispersa con cualificaciones diversas y dudosas en ocasiones.

Bordes en los que los trazados viarios lineales, flanqueados por el arbolado en ambos laterales aparecen como elementos que dan una imagen positiva de la ciudad. El árbol camufla y dignifica casi todo lo que hay en su entorno y la vegetación es capaz de ocultar los mayores errores de la arquitectura y el urbanismo en ocasiones. En este caso, los recorridos lineales definidos en la Avenida de los Descubrimientos y su continuación que esperemos conecte en breve con la carretera de Toledo definen un borde de ciudad amable que permite unificar la presencia de cosas dispares y dar un sentido de conjunto al diseño de ciudad. Un borde limitado por la presencia del ferrocarril que establece la frontera de la ciudad en esta fachada Este. El recorrido perpendicular de la carretera de Carrión con las naves del polígono situadas a ambos lados de la misma marca, en este caso, otro borde visual que deja detrás la zona de la carretera de Miguelturra y las barriadas del sur de la ciudad.

El contacto con la zona no urbana

La visión de las ciudades desde su exterior es un buen ejercicio para valorar  su realidad urbana. En muchas ciudades son las zonas donde se acumulan los espacios residuales, las zonas no valoradas ni queridas, los contactos con ese espacio que llamamos rural y que es necesario valorar por las influencias mutuas que tiene lo urbano y lo rural como espacios de intercambio de enriquecimiento mutuo. En esta visión de la fachada Este de la ciudad, al otro lado de la vía aparecen los espacios de la zona de la Atalaya, un espacio que afortunadamente conserva sus peculiaridades como espacio no urbano, espacio de residencia de numerosas viviendas unifamiliares que dan un nuevo aspecto a este ámbito con sus plantaciones y elementos vegetales que crean cerca de 300 oasis de diferentes medidas y calidades. Siguen existiendo zonas de cultivo que surten a la ciudad de hortalizas y frutas.

La visión de lo rural y lo urbano debe superar ese carácter de frontera, de elemento diferente, que en la sociedad actual deja de tener el sentido de otros tiempos y entenderse más en términos de flujos de comunicación de personas, de servicios, de producciones y de intercambios.

Junto a ello, el propio espacio de la Atalaya que en nuestro entorno natural puede ser un referente y un espacio de uso para la ciudad. Un espacio que tiene momentos de impulsos según la sensibilidad de concejales o alcaldes y que requiere un mantenimiento y conservación, la construcción de buenos recorridos peatonales desde la ciudad y accesos para bicicletas y el aprovechamiento de espacios ya abandonados fácilmente reconvertibles en espacios deportivos. La imagen de la ciudad ayuda a entender el conjunto y a plantear propuestas de futuro para su conjunto.



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