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lunes, 2 de enero de 2017

UN “CIUDADREALEÑO” DESCONOCIDO: THURRO



Tal vez el nombre de Thurro no sea tan conocido como los de Diego de Almagro, Juan de Ávila, Antonio López Torres, Sara Montiel o José Mota. El hombre del que les hablo es anterior a todos ellos, anterior incluso a la creación de la provincia de Ciudad Real. Tan antiguo de hecho, que las tierras que hoy conforman nuestra tierra eran conocidas como Carpetania, y estaban pobladas por tribus de íberos. En la época de Thurro estas tierras que hoy vemos repletas de cultivos, pueblos y carreteras eran un inmenso campo de batalla en el que los sufridos íberos trataban de mantener su independencia, primero frente a los cartagineses y más tarde frente a las invencibles legiones romanas. Thurro luchó contra estas últimas. Y lo hizo años antes de los célebres episodios de Viriato y Numancia.

Actualmente no tenemos demasiados datos sobre este caudillo carpetano, y la única fuente antigua que lo menciona es Tito Livio, un historiador romano del siglo I a.C que habla de Thurro en un párrafo de su obra Ab urbe condita (Desde la fundación de la ciudad) una obra que recoge la historia de Roma desde su fundación. Se le menciona en el relato de las campañas del general Graco para someter a los carpetanos:

“Marchó a Alces y comenzó el asedio del lugar […] aquí se capturó una gran cantidad de botín y muchos nobles, entre los que estaban la hija y los dos hijos de Thurro. Este hombre era el líder de aquellas gentes y el hombre más poderoso de Hispania en aquel momento”

Podemos fechar este episodio gracias a las campañas de Graco, que se produjeron en torno al año 179 a.C y en las que los carpetanos ofrecieron una gran resistencia al avance romano. Thurro logró unificar y poner bajo su mando a varias tribus de la región y crearon un ejército para proteger la zona. A pesar de todos los preparativos la maquinaria militar romana pasó como un rodillo sin que los íberos pudiesen detenerla. Los legionarios eran muy superiores en tácticas y armamento que los pobladores autóctonos y lograron derrotarlos y capturar varias de sus ciudades. El general Tiberio Sempronio Graco dirigió sus legiones a la población de Cértima (que podría corresponderse con Campo de Criptana). Los habitantes pidieron ayuda pero el ejército íbero no acudió y Cértima fue tomada. Graco llevó después a sus tropas hasta Alces (posible correspondencia con Alcázar de San Juan) y los pobladores del enclave se prepararon para defensa. En las inmediaciones Graco levantó un campamento que estableció como cuartel general. Las legiones se enfrentaron entonces a los íberos y les infligieron una dolorosa derrota. Los defensores de Alces se quedaron solos y  rechazaron algunos ataques de la infantería romana pero no pudieron hacer nada para protegerse de los disparos de las catapultas y otras piezas de artillería romana. Los muros de Alces no resistieron tanto y la ciudad cayó en poder de Roma. Según el relato de Tito Livio dentro de esta población estaban refugiados los hijos de Thurro. Los romanos avanzaron más y lograron conquistar buena parte del territorio. Thurro, viéndose ya incapaz de revertir el curso de la guerra y sabiendo que prolongarla sólo costaría más vidas, las de sus hijos incluidas, decidió dirigirse al campamento de Graco y le ofreció la rendición a cambio de las vidas de su familia. Graco aceptó y alcanzó un tratado de paz con el caudillo carpetano. Buena parte de las poblaciones que aún ofrecían resistencia se unieron al pacto y la guerra en la región concluyó. Thurro terminó siendo aliado de Roma y combatiendo en su ejército. Según el historiador Tito Livio, sus palabras fueron las siguientes: “Iré en contra de mis viejos aliados, ya que ellos no quisieron coger las armas para defenderme”.

La guerra en Hispania se prolongó durante muchísimo tiempo más, con episodios tan notables como el levantamiento de Viriato, la resistencia de Numancia o las Guerras Cántabras. Thurro fue uno de los muchos caudillos que trataron de preservar la libertad de los pueblos celtíberos frente a los conquistadores romanos, y como todos, fracasó en su intento.

Desgraciadamente apenas nos ha llegado nada de él. Vivió en una época de profundos cambios en los que la espada y la política iban de la mano. Hoy nosotros vivimos en las mismas tierras que él se esforzó en defender, y por ello creo que merece este pequeño reconocimiento para que su nombre figure entre nuestros “ciudadrealeños” ilustres.

Daniel Cuadrado Morales, escritor


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