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viernes, 26 de mayo de 2017

LA CONSAGRACIÓN DE LA CATEDRAL Y SU ALTAR MAYOR, PRELUDIO DE LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN DEL PRADO



Ayer viernes por la tarde, a las 7, el Obispo Prior, Excmo. Rvdmo. Sr. D. Juan Hervás y Benet, consagró la Iglesia Catedral y su Altar Mayor. Le asistían el Ilmo. Sr. deán de la S. I. P., don Pedro Rebassa y el arcipreste de la misma don Rafael Pérez Piñero. Ocupaban lugar destacado el alcalde de la capital, señor Martínez Gutiérrez y una representación de la Corporación Municipal.

Con la asistencia del Seminario Diocesano, de gran cantidad de religiosas y de numerosos fieles que llenaban la catedral, la ceremonia dio comienzo con la preparación del Altar y la toma de posesión del espacio de la iglesia para consagrarla al culto de Dios.

Esta primera parte se hizo mediante lustraciones del Altar con agua “gregoriana” y el trazado en el suelo sobre arena de todas las letras de los alfabetos griego y latino formando una cruz: “Jesús es el mensaje, la buena noticia que se anunciará continuamente en este templo”, explicaba el comentador, M. I. Sr. D. Antonio Lizcano, dignidad de Chantre del Cabildo, mientras el Obispo realizaba el rito: El griego y el latín, idiomas de la cultura clásica, fueron las lenguas que sirvieron para extender por el mundo el mensaje del que había dicho de sí mismo que era el Alfa y Omega de toda la historia de la civilización.


Se procedió, después, a la segunda parte de la ceremonia: Traslado solemne de las reliquias de los mártires San Fidel y San Félix, y las de San Juan de Ribera y del Beato Juan de Ávila, desde la Sala Capitular hasta el Altar Mayor, en cuyo sepulcro iban a quedar como presencia del sacrificio de los fieles cristianos junto al Sacrificio de Jesús, que cada día se renovará en nuestra iglesia catedral.

La tercera parte, consistente en la Consagración propiamente dicha de la iglesia y el Altar, era la más solemne. El Obispo ungió con Crisma las paredes de la Iglesia en doce puntos que quedarán marcados para siempre en las cruces de hierro en negro que atestiguaran a perpetuidad la Consagración del primer templo de la diócesis. Deteniéndose ante la puerta principal, el Obispo ungió también sus jambas, al tiempo que pedía que esta puerta sea imagen de Aquel que así mismo se llamó Puerta, por donde entran las verdaderas ovejas al redil de Dios.

Ungía después el Altar con el mismo Crisma, poniendo luego sobre las cinco cruces señaladas con el óleo cinco cruces de incienso y otras tantas de candela; mientras ardía sobre el Altar el incienso, el Obispo, de rodillas, como todo el pueblo, invocaba al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Santo, …enciende en tus fieles el fuego de tu amor”.


A continuación, en esta Iglesia recién consagrada, se celebró la Santa Misa: Para eso ha sido consagrada: Para ofrecer a Dios el sacrificio verdadero, la oblación agradable: El Misterio de Jesús, muerto y resucitado por nosotros.

Se coronaba así una ceremonia esplendida, profundamente aleccionadora para todos, sobre el Misterio del Templo: “Esta es la Casa del Señor, construida sólidamente sobre la roca firme”, cantaba el coro.

La parte musical, abundante repertorio de canto gregoriano, estuvo interpretada por la Schola del Seminario Diocesano, bajo la dirección de don Juan Miguel Villar, acompañada al órgano por el organista de la S. I. P. don Ángel Giménez de los Galanes.

Fue una ceremonia esplendida, en presencia de todo el Cabildo, que ha dejado al primer templo de la Diócesis constituido en noble iglesia consagrada, condición muy apropiada para su nueva condición de templo bellamente restaurado.

Al final de la Misa se anunció que todos los asistentes habían ganado indulgencia plenaria y que, cada año, en el día del aniversario de la Consagración, se pueden lucrar 500 días de indulgencia visitando la S. I.P.

La ceremonia terminaba a las 8:40 de la tarde.

Diario “Lanza”, sábado 27 de mayo de 1967


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