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miércoles, 6 de septiembre de 2017

EL DERRIBO DEL EDIFICIO DE SAN JUAN DE DIOS


 
Si observamos esta vista aérea de 1928, podemos ver la manzana formada por las calles Ruiz Morote, Hernán Pérez del Pulgar y Ramón y Cajal. Si nos fijamos en la calle Ruiz Morote con Hernán Pérez del Pulgar, podemos ver la iglesia y dependencias conventuales del Hospital-Convento de San Juan de Dios

En el estuvieron muchos años las Escuelas Normales desde que la Diputación se incautó del mismo por virtud de una ley de Beneficencia que lo hizo pasar a sus manos, como otros varios en los que ya no se ejercía el culto ni respondían a los fines para que se crearon.

Laboriosa colmena de la juventud fraguó allí los paneles que destilaron la miel de la instrucción con que se alimentaron maestros que hoy son gloria de la Mancha y por donde discurrieron profesores normales cuya memoria veneran sus discípulos y que nos legaron obras eruditas.

Algunos de sus últimos directores, don Domingo Clemente, ha dejado escritas muchas profesionales  y una guía de Ciudad Real siempre consultada con fruto –como las obras de su intimo amigo Ruiz Morote a quien en justicia se le ha dedicado la calle, que antes se llamó Dorada, donde está –donde estuvo- el edificio de San Juan de Dios, con su iglesia que aún se conserva enhiesta con la hornacina donde está la imagen y con su extensa huerta en la que hoy se levantan otros edificios.

Cuando el que me ocupa comenzó a grietarse, la directora a quienes todos hemos conocido, doña Cristina Torija, ofició a la Diputación calculando que la reparación costaría 1.500 o 2.000 pesetas y solicitaba la reparación o que se le facilitase casa donde instalarse, porque sus habitaciones eran las más amenazadas de ruina. Optóse por facilitarle casa y el tiempo continúo su labor destructora. El Ayuntamiento ejecutó algunas obras y ejerció actos de demonio que pusieron en duda a quien pertenecía el edificio hasta que recientemente –y el autor de estas líneas es testigo de mayor excepción- se ha puesto en claro por certificación del Registro Civil que es propiedad de la Diputación. Actualmente amenazaba desplomarse.

Habilitados otros edificios para escuelas normales, se vienen elevando instancias por los mismos profesores y alumnos e inspectores de 1ª enseñanza desde hace más de dos lustros a Gobernadores Civiles, Alcaldes y Presidentes de Diputación con objeto de crear en San Juan de Dios una escuela provincial de sordomudos y de ciegos. El nombre de la provincia de Ciudad Real patrocinadora de la creación de estos elogios ha sonado repetidas veces en las columnas de la prensa toda de España y como la Escuela o Colegio no se levanta, la cruzada a favor de ciegos y sordomudos ha hallado cariñosa acogida en señoritas que, como en Madrid y otras capitales sucede, aprenden el alfabeto de letras en relieve destinado a que las personas videntes enseñen la lectura en Braille a los niños ciegos.

Del antiguo edificio, como Rodrigo Caro escribía de las ruinas de Itálica, “solo quedan memorias funerales donde erraron ya sombras de alto ejemplo”.

Una valla que encierra a la vista piedras de sus muros derribados, impide al transeúnte gozar en la rememoración de fastos días.

Únicamente permanece en pie, enhiesta, la iglesia y en su hornacina la imagen del sublime loco de las calles de Granada que fundó la Orden hospitalaria de San Juan de Dios ante la que siguen postrándose los corazones en multitud de pueblos cultos.

Gaspar Fisac. Diario “Vida Manchega”, Ciudad Real Viernes 27 de febrero de 1931, portada


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