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domingo, 15 de octubre de 2017

LA CAPILLA FUNERARIA DE DON FERNANDO DE COCA EN LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE CIUDAD REAL (II)


 
Sepulcro del Chantre de Coca antes de 1936, año que fue profanado y sufrió varios desperfectos

EL SEPULCRO DE DON FERNANDO DE COCA

Se encuentra cobijado en un nicho abierto en el muro sur de la capilla bajo un arco semicircular de doble arquivolta terminada la superior en conopial con macolla, en cuyo extremo apoya de nuevo un escudo familiar rodeado de laurea. Hojas de cardo sobre el trasdós y una deteriorada tracería calada completan su decoración.

Apoya el sepulcro sobre un basamento moldurado soportado por tres leones que apresan respectivamente un hueso y dos cabezas de perro (9). Su frente está compartimentado en tres registros temáticos sin separación de estructuras arquitectónicas ni motivos de encuadramiento, dedicado el central a la heráldica y los laterales, muy parecidos entre si, a la decoración vegetal (Fig. 1). En estos, una gran rama de roble de grandes hojas naturalistas de mucho relieve y claroscuro y con pequeños racimos de bellotas (10) arranca del ángulo inferior interno, y sus ramificaciones cubren totalmente el espacio; en el registro derecho una gran ave rapaz está posada en uno de los tallos. La labor es primorosa y muy delicado y lleno de matices el modelado consiguiendo las máximas posibilidades de la ductilidad del alabastro.

 
Fig. 1 Iglesia de San Pedro (Ciudad Real). Sepulcro del Canónigo d. Fernando de Coca

En el centro, las armas del prelado son llevadas por dos pajecillos tenantes de largas melenas y rostros nada idealizados, vestidos con camisas y cortas faldillas. Mediante sus posturas buscan el equilibrio de la composición sin adoptar una posee simétrica, repitiendo, casi miméticamente, la colocación de los pajes en la sepultura del Doncel en la Catedral de Siglienza. Uno de ellos, casi frontal, sujeta el escudo con una mano mientras el otro lo tiene con las dos y con la disposición de sus piernas origina un movimiento de torsión que dinamiza al grupo. Si el diseño de estas figuras permite la comparación expresada, la calidad en este caso le diferencia del modelo y también del resto de la propia obra; y es que efectivamente, este grupo muestra una sorprendente frialdad y unas extrañas proporciones en las figuras, e incluso el acabado superficial está menos pulido que el resto y resulta áspero al tacto. Claramente esta pieza no pertenece a la obra original y una atenta mirada muestra en el ángulo superior derecho la inscripción: «Antonio Coronado 1945». Por razones que desconocemos, el paño central de la sepultura ha sido sustituido por uno nuevo, eso sí, inspirado absolutamente en el original, el cual todavía pudo ver Orueta y cuya fotografía, que permite apreciar ciertas diferencias~, publicó en 1919 (11).

Una inscripción tallada en el borde de la cama permite leer: «Sepultura del Chantre Fernando de Coca fundador e dotador de esta capilla e capellania fino a…días… de año MD» no llegando a completarse, pues falta la fecha concreta del fallecimiento del personaje (12). Bajo ella corre una hilera de hojas lancetadas o triangulares muy apuntadas, enlazadas por un tallo que va intercalando capullos. Estas hojas ondulantes y de base resaltada permiten asimismo la comparación con las que, de menor tamaño, recorren también el borde de la sepultura del Doncel, algo más gráficas y menos modeladas éstas últimas quizás debido a sus dimensiones más reducidas (13).

 
Fig. 2 Detalle del rostro del sepulcro de d. Fernando de Coca

Sobre la cama descansa la yacente del prelado orientada hacia el altar. Su cabeza cubierta con bonete apoya en dos almohadas lisas con borlas en los extremos. El rostro muy caracterizado y sin rasgos cadavéricos, pareciendo más bien una imagen viva, ofrece ojos semicerrados rasgados bajo marcado arco ciliar, la nariz firme aunque no larga, ligeras arrugas en frente y mejillas, que se modelan con blandura, y un robusto y señalado mentón que confiere a la imagen una fuerte determinación y quizás matice la personalidad del prelado. Se trata evidentemente de un magnífico retrato, resuelto con extrema maestría por un artista que está en la plenitud de su experiencia artística (Fig. 2). Viste las ropas propias de su condición de clérigo, alba, casulla y manipulo, las dos últimas con motivos vegetales muy detallados y con los bordes recorridos por un cordoncillo con dibujos de perlas. Las manos están trabajadas con un exquisito realismo y, cruzadas sobre su cuerpo, no potan un libro, como es rasgo muy habitual en los eclesiásticos. Bajo las ropas asoma el calzado de punta redondeada y con pequeña alza.

A sus pies un delicioso paje se asienta con desenfadada postura sobre un cojín; un gorro con vuelta recoge su cuidado cabello de coda melena; viste ajustado chaleco de escote cuadrado sobre las amplias mangas de la camisa, faldellín corto con regulares pliegues, la «ropeta corta alimana» que para el mismo personaje cita el contrato de la sepultura del Condestable de Castilla don Álvaro de Luna en la catedral de Toledo (14), y zapatillas anchas de escote y punta redondeadas sujetas por correa y hebilla. Ha perdido el objeto que portaba entre las manos y al que dirige su mirada (el rostro desafortunadamente está deteriorado), que bien pudo ser un libro pues no le cuadra celada. La representación de un paje acompañando a un clérigo a los pies de su yacente no es habitual en el panorama de la escultura gótica funeraria resultando éste un ejemplo verdaderamente singular. Suelen estos sepulcros presentar a servidores eclesiásticos, mozos de coro o acólitos con libro a los pies de las figuras, pero no la imagen de un paje que parece más indicada para la nobleza. Quizás quiere indicarla condición también de caballero de nuestro personaje, además de la de clérigo (15).

 
El Sepulcro del Chantre de Coca en la actualidad

Resulta verdaderamente sobresaliente la calidad de la talla y la finura del modelado de este sepulcro de don Fernando, obra maestra en su género tanto en el tratamiento de las figuras como en la labra vegetal del paramento frontal. Producto todo de un primerísimo maestro, desafortunadamente carecemos de la documentación que precise su autoría. Tradicionalmente se ha venido señalando su relación con el sepulcro del Doncel, en la capilla de los Arce de la Catedral de Sigüenza. Orueta (16) en su acertada y minuciosa valoración de esta pieza, resalta algunas coincidencias y paralelismos con la obra que estudiamos llegando a la afirmación de que un mismo artista debió ser el responsable de ambos monumentos. B. G. Proske considera la obra como una proyección de la actividad artística de los talleres de Toledo en la Mancha y concreta que la figura del paje está inspirada en la del sepulcro de d. Iñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, en la iglesia de San Ginés de Guadalajara (17) —una relación no lo suficientemente estrecha como para sacar consecuencias directas—. El profesor Azcárate estima que se crea un taller en torno a Sigüenza y al mecenazgo de la Casa del Infantado en Guadalajara y que gran parte de la actividad desarrollada a fines del siglo XV en este ámbito puede relacionarse con la producción del Maestro Sebastián de Toledo al que atribuye, dando un paso más, el propio sepulcro del Doncel d. Martín Vázquez de Arce (18); en relación con este ámbito artístico incluye también el sepulcro de don Fernando que ahora se estudia.

 
Estos pajecillos fueron realizados en 1945 por Antonio Coronado en sustitución de los destruidos en 1936

Valorando estas aportaciones, no resulta desde luego imposible atribuir a un mismo taller artístico la sepultura del Doncel de Sigüenza y la del Chantre, debido a la serie de paralelismos de diseño entre ambas piezas y a las circunstancias de la vida de nuestro clérigo, muchos años vinculado a la catedral seguntina. Efectivamente existen ciertos detalles decorativos en ambos monumentos, como se ha dicho, que permiten una comparación entre ellos, como son la similitud de las grandes hojas de roble del frente del de Ciudad Real con las que aparecen en Sigüenza en la base de los adornos vegetales que se desarrollan con simetría en torno a un vástago central, también en su frente; o la repetida hojita lancetada o triangular del borde de la cama, semejante en dibujo aunque con más desarrollo en el sepulcro del chantre: o la ordenación del frente del sepulcro tripartito con el emblema en el centro llevado por tenantes de diseño muy similar como ha quedado expresado; tinas similitudes que de ningún modo pueden ser casuales y cuya aparición en Ciudad Real lógicamente deben explicarse por las circunstancias del cargo que el canónigo disfrutó durante su permanencia en Sigüenza, precisamente como canónigo fabriquero, encargado por tanto de todo lo relativo a obras y maestros de la catedral, lo que le habría puesto en estrecho contacto con los artistas que intervenían en la seo. Desde ese lugar pudo seleccionar al artífice más cualificado para la realización de su propia obra, un maestro que lógicamente va a utilizar los diseños al uso en el taller, algunos de los cuales aparecieron en la sepultura del Doncel, aunque no participa del mismo concepto del modelado de la imagen. El probado parecido entre la obra seguntina y la manchega permite establecer una indudable relación entre ambas obras. La dificultad aparece cuando se pretende la atribución del trabajo a una misma mano (19); en este aspecto, creemos que las diferencias en la concepción del relieve y en el tratamiento del modelado impiden la adjudicación de las dos piezas a una misma persona. Pero el estado actual de la investigación, ante la falta de documentación precisa, impide, de forma satisfactoria, llegar a adscripciones definitivas.

María Moreno Alcalde Y Mª Jesús Gómez Bárcena. Anales de Historia del Arte, ISSN 0214-6452, Nº 9, 1999, págs. 67-89

 
La sepultura se encuentra debajo de un arco semicircular de doble arquivolta terminada la parte superior en conopial con macolla

(9) Son las medidas: frente 2,10, alto 0,97. Profundidad nicho 0.70. Largo del yacente 1,80. Altura del paje sedente 0,49.
(10) En la iglesia de San Martín de Segovia un grupo de sepulcros de fines del XV hechos en pizarra tienen sus frentes ornados con esquemas formales similares a esas, si bien la tipología vegetal elegida se basa en la hoja de cardo. Aunque el material empleado impide la comparación plástica, la similitud de los esquemas no puede en absoluto ser fruto de la casualidad.
(11) De Orueta, R.: La escultura funeraria en España. Provincias de Ciudad Real, Cuenca. Guadalajara, Madrid, 1919, p. 133, La comparación de las figuras actuales con las de la fotografía de Orueta muestra similitudes tan grandes que hace evidente que el escultor tuvo delante la pieza antigua la cual, quizás deteriorada, obligó a su reposición. Pero aunque las figuras fueron repetidas, el artista no pudo conseguir la exactitud del modelo que muestran las fotos, sus proporciones o mínimos gestos., así como tampoco el delicado tratamiento de las figuras ni la finura y calidad que definen a las otras imágenes de este sepulcro.
(12) Quadrado: Op. cit., leyó MD., mientra Orueta op. cit.. p. 168 dice MC. No sabemos en qué año muere el fundador que seguía vivo por Lo menos en 1506 (Carmen Muñoz, op. cit., p. 393).
(13) Unas hojas semejantes enmarcan la decoración del frente del sepulcro defines del XV de Andrés del Río, en la capilla de este linaje en el ábside de la iglesia de San Martín de Segovia. Igualmente en el sepulcro del Arzobispo don Alfonso Carrillo de Acuña en Alcalá de Henares.T. Pérez Higuera apunta su procedencia del taller toledano que se forma en torno a la Puerta de Los Leones, vid. nota 19.
(14) De Azcárate, J. M.: «El Maestro Sebastián de Toledo y el Doncel de Sigüenza», Wad-al-Hayara, nº  1, 1974. También Carrete Parrondo, J.: «Sebastián de Toledo y el sepulcro de Don Álvaro de Luna», Revista de Ideas Estéticas, nº 131, Madrid, 1975.
(15) Hay acólitos con libro, entre otros, a los pies de las yacentes del Obispo Alonso de Cartagena, del arcediano Díez de Fuentepelayo, del canónigo Fernández de Villegas, todos en la catedral de Burgos; de d. Alonso Ortega capellán del infante don Juan en la iglesia de Santa Dorotea de la misma ciudad; del Deán Cepeda en la Catedral de Zamora; y paje con libro sobre el casco, en la del caballero Sancho Dávila en la catedral de Ávila. Pérez Higuera, T.: La Esculturas, de La España Gótica. Castilla la Manchal 1, Ed. Encuentro, 1997, PP. 47-48, señala la posible aparición del paje acompañante del sepulcro en el taller toledano de fines del siglo XIV, aunque su definitiva expansión se produjo en la segunda mitad del siglo XV.
(16) De Orueta, R.: op. cit. Ver nota 11.
(17) Proske, B. G.: Castilian Sculpture, Gothic to Renaisanee, op. cit., Nueva York. 1951. P. 193.
(18) De Azcarate, J. M.: “El Maestro Sebastian de Toledo y el Doncel de Sigüenza”, Wad-al-Hayara. nº1. 1974, p. 33.
(19) Soslayamos la polémica planteada en torno a la figura del maestro Sebastián a finales del siglo XV, por no ser el objetivo de este estudio. En relación con esta problemática vid, De Azcárate, 1. M.: op. cit., nota 18: Martínez Aguirre, J.: «La obra del escultor Sebastián de Almonacid en Sevilla (1509-151t1). BSAAV. 1992. t. LVIII, pp. 313-326; Pérez Higuera, Mt T.: «Sepulcro del Arzobispo O. Alfonso Carrillo de Acuña» en La Catedral Magistral de Alcalá de Henares. Obispado de Alcalá de Henares. 1999, p. 134. Por otro lado es interesante recordarla existencia de numerosísimas labores en alabastro en toda la catedral seguntina (o en [a provincia, como el pálpito de la parroquial de Cifuentes entre otros) a fines del Gótico y durante el primer Renacimiento lo que supone la presencia en ella de muchos artífices cualificados: y la manifiesta preferencia por este material de nuestro canónigo, cuando pretere en la catedral el proyecto del púlpito de Rodrigo Alemán, en madera, por otro en alabastro: ... que pues el obrero lo avia fecho de alabastro y no babia cumplido con el entallador, en Pérez Villamil; La catedral de Sigüenza, Madrid, 1899, p. 231, vid. De Azcárate, j. M,: op. cit. nota 18.

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